Thursday, December 02, 2010

Cosmen & Keiless

Acabo de desayunar en Cosmen & Keiless. Y muy bien.
Ha sido por trabajo. Tengo que escribir un artículo para El País Viajero.
Una de las mejores cosas del mundo es poder escribir sobre lo que te da la gana (si alguien te lo compra. O no. Claro). El trabajo es placer.
Mi gran pasión, de siempre, ha sido ser periodista. Desde que era crío. Vocación casi. Hasta que entras a trabajar en un medio y te das una verdadera hostia contra la realidad. Esto no es viajar a sitios guays, con hotelazos, hablar con gente interesante y tener tiempo para poder escribir.
La vida, no sé si por azar o porque sin quererlo lo hice así, me ha llevado al mundo de la publicidad. Es comunicación, en resumen, pero de otra manera.
Si pudiera elegir mi trabajo ideal sería periodista de viajes o redactor de un suplemento dominical aunque a priori ya les encuentro muchas pegas. Si fuera periodista de viajes, no podría pasar tiempo con mi mujer y la hija que viene en camino. Y todo desde fuera, suele parecer más bonito de lo que realmente es.
Hoy he tenido la suerte de hacer, y siento si parece pueril o ñoño, un viaje a la infancia. De cuando me bajada del autobús en la Avenida José Fernández López de Mérida y me subía la calle hasta la panadería Luna a comprar medio pan y media chula. Según le daba a la señora que lo regentaba, algún día me daba algún capricho desde esas manos gordas que no paraba de frotar en un mandil verde o blanco según la ocasión.
Estuve yendo, calculo, que unos diez años. La calle empezó siendo larguísima y con el paso de los años se fue acortado. Hoy me parece minúscula cuando me paso. Y lo hago siempre que puedo engañando a mi mujer con la entrada que cojo para entrar en Mérida y pasar por el "patio".
Cuando llegaba, cartera al hombro en un asa (me acuerdo porque me decía que me pusiera las dos para no hacerme daño en la espalda), pedía el medio pan y la media chula y muchas veces me imaginaba qué había tras el mostrador. Tras la puerta marrón chocolate que siempre estaba entreabierta pero que no dejaba ver nada. Me imaginaba harina por el suelo, o cientos de pasteles colocados sobre mesas de madera recia, o una cadena de producción de palmeras de chocolate.
Hoy he tenido la suerte de meterme justo detrás del mostrador de una panadería. Y he sido feliz.

PD: Luna cerró. Me pasé una vez y me di cuenta. Desde entonces evito subir la calle. Sólo miro el comienzo y me imagino que sigue allí, al lado de la churrería.

1 Comments:

Anonymous Paula said...

Joe q se me ha puesto la carne de gallina y todo, a pesar de leer la confesion de engaño!! Q pena da cuando esos sitios especiales de la infancia desaparecen, menos mal q los recuerdos no lo hacen!! Mandaremos a Xabela a por pan!! Ah y ya me estas llevando a ese sitii q sabes q por mi desayuno MA-TO

3:51 AM  

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